por cualquier débil simpleza,
sin comprender el muy tonto
que es rayar en calavera,
y que en vez de echarlo a riza
ruge amenaza y patea,
candilejeros, juradle
látigo y mecha.
Y al charlatán que no sabe
y habla de tiros y palos,
y se supone un pantera,
sin recordar el imbécil
que aquí es un tigre cualquiera,
candilejeros, juradle
látigo y mecha.
Y al hipócrita erudito
que nos venga con mil tretas,
aturdiendo con sermones
y pueriles moralejas,
él ni conoce ni observa,
candilejeros, juradle
látigo y mecha.
Y a esas momias que se llaman
en buen castellano viejas,
representantes o imágenes
del egoísmo en la tierra,
sirviendo siempre de estorbo,
cuando morirse debieran,
candilejeros, juradles
látigo y mecha.
Y a ciertos necios Quijotes
que de buenas a primeras
se han alzado entre nosotros
con ínfulas pedantescas ,
porque aun no han encontrado
quien en sintura los meta,
candilejeros juradles
latigo, y mecha.
Y al que se mezcla atrevido
amenazando a sus prójimos
por si acaso le ofendieran,
para, después de ofendido,
guardarse el puño y la lengua,
candilejeros, juradle
latigo y mecha.
Y a cualquier que ofendido
por esta zurra se crea,
y en rabia y furor se abrase
sin que, a pesar de sus iras,
a hacerla callar se atreva,
candilejeros, juradle
látigo y mecha.
Y a mi mismo, si soy digno
de vuestra gracia y franqueza,
o si en algo he delinquido
con intención y sin ella,
sin olvidar que ipso jure
debe medirse a cualquiera,
candilejeros, juradme
látigo y mecha.
Autor: Pablo Pumarol (1857-1889)
Antología de la Poesía Dominicana.
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Moderados, no dañar las buenas costumbres de las familias,pero con toda la libertad.